Abstract:
En los primeros meses de 1971, un ciudadano europeo, por sí ante sí se presentó en mi oficina de Ingeniero Jefe de Portuaria, para informarme que: “Su compañía iba a hacer el dragado del canal de acceso al Puerto Marítimo de Guayaquil. Las dragas tenían que venir desde el Caribe, a su llegada ser inspeccionadas por la Sociedad Clasificadora de Naves que yo era el representante técnico y esta inspección valía CINCUENTA MIL DÓLARES”. Pasaron pocos días y recibí una nota del Directorio para que presente las especificaciones para contratar el dragado del canal. Mi informe técnico y lógico fue: “Las condiciones del canal de acceso al Puerto Marítimo son particulares y específicas de Guayaquil. Primero, es un canal muy largo de 40 millas; y segundo, el Estero Salado en el que está diseñado el canal, tiene una consistencia geológica de material arcilloso, muy inestable que fácil y continuamente se erosiona y sedimenta. En estas condiciones, todo Puerto del mundo establece un sistema permanente y propio de dragado de mantenimiento; utilizando DRAGAS DE SUCCIÓN EN MARCHA que no dificultan la navegación”. Este informe no gustó a muchos, pidieron mi cabeza, pero luego la razón se impuso.